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DIGESTIÓN DE LOS HIDRATOS DE CARBONO

 Los procesos de digestión de los principios inmediatos poseen el mismo mecanismo. La digestión-nutrición, consiste en descomponer los alimentos hasta unidades que podamos absorber de forma que puedan incorporarse a nuestro organismo, para quemarse produciendo energía o para formar nuevos compuestos. La digestión de los hidratos de carbono comienza en la boca por medio de las enzimas (proteínas activas) presentes en la saliva (amilasas salivares) actúan sobre los almidones, rompiéndolos en porciones más pequeñas, incluso en disacáridos.

Esta es la razón por lo que recomendamos masticar muy bien estos alimentos porque además de triturarlos, se van poniendo en contacto con la saliva facilitando la digestión. En el estómago se paraliza esta digestión, pero en el duodeno actúa otra vez la amilasa (esta vez pancreática), aunque no llega a romper todos los enlaces, lo que se consigue finalmente en el intestino delgado. De aquí, junto con otros azúcares, una vez convertidos en monosacáridos, pasan al hígado desde donde se difunden o almacena en forma de glucógeno.

Cuadro de texto: La glucosa cumple una función energética muy importanteCINÉTICA DE LA GLUCOSA.

La glucosa que utiliza el músculo proviene de:

  1.- La descomposición del glucógeno que está almacenado en el hígado y en los músculos. Las reservas normales de glucógeno, en cualquier persona que no practica ejercicio físico, es una cantidad aproximada de unos 300 g. Un jugador de fútbol, plenamente entrenado, puede alcanzar una reserva de unos 600 a 750 g.

2.- De la glucosa que contiene la sangre y está en circulación (2,5 g.).

3.- Del metabolismo. Cuando se va consumiendo el glucógeno de los músculos y del hígado, además de la glucosa sanguínea, las grasas (independientemente de producir energía por sí mismas) junto con las proteínas y el ácido láctico producto del esfuerzo, van a producir glucógeno en el hígado, aunque no en cantidades importantes.

Vamos a ver el destino de los carbohidratos desde su ingestión.

 INGRESO DE GLUCOSA EN SANGRE.- Una vez convertidos los carbohidratos en la sustancia más simple, en glucosa, ésta ingresa en el torrente circulatorio y va a distribuirse de la siguiente forma:

Un 15% se distribuye por los músculos para almacenarse en forma de glucógeno. También se distribuirá por otros tejidos (riñón y cerebro).

Un 25% aportará glucosa al cerebro y a otros tejidos (glóbulos rojos, glóbulos blancos y piel). Pero la glucosa no tiene, en esta distribución, capacidad de convertirse en glucógeno, sino que es necesaria para el consumo de estos tejidos, sobre todo para el sistema nervioso central (cerebro) que lo necesita permanentemente.

Un 60% ingresa en el hígado como reserva en forma de glucógeno. Ocurre igual que en los músculos, pero con la particularidad que el hígado aporta  glucosa a la circulación sanguínea, transformando el glucógeno, otra vez en glucosa, siempre que sea requerido por el metabolismo. El organismo mantiene en sangre, siempre, un razonable nivel de glucosa gracias a  mecanismos de regulación. El 75% de la glucosa que produce el hígado procede de la reconversión de glucógeno a glucosa y el 25% se forma a partir del ácido láctico del músculo, del metabolismo de las proteínas y del de las grasas.

La insulina, que se segrega en el páncreas, es una hormona que mantiene esta regulación de la glucosa, permitiendo el paso de ésta a la célula del músculo y favoreciendo su conversión a glucógeno.

Otras propiedades de la insulina, que probablemente tenga transcendencia en la fisiología del esfuerzo, es que inhibe la movilización y metabolismo de los ácidos grasos libres.

EL PAPEL DE LOS CARBOHIDRATOS EN EL CUERPO

 

Los carbohidratos realizan varias funciones importantes relacionadas con el ejercicio.

1.- Una fuente energética. La función principal del carbohidrato es servir como combustible energético para el cuerpo. La energía derivada de la degradación de los carbohidratos es utilizada finalmente para potenciar la contracción muscular además de todas las demás formas de trabajo biológico.

Como ya hemos expuesto, durante la digestión de los alimentos, todos los hidratos de carbono consumidos se degradan a azúcares sencillos de tipo monosacáridos, ante de absorberse y pasar a sangre. El exceso de hidratos de carbono se almacena en forma de glucógeno y una vez satisfecha la capacidad de las células para almacenar éste, el exceso se convierte en grasa (triglicéridos).

2.- El ahorro de las proteínas. Los carbohidratos también ofrecen un efecto de “ahorro” de las proteínas. En condiciones normales las proteínas desempeñan un papel vital en el mantenimiento, la reparación y el crecimiento de los tejidos del cuerpo, y en grado mucho menor, como una fuente alimenticia de energía.

Cuando disminuyen las reservas de hidratos de carbono, existen vías para la síntesis de glucosa a partir de proteínas. El resultado es que disminuyen los niveles corporales de éstas, especialmente musculares, lo que en condiciones extremas puede causar una reducción significativa del tejido magro o la sobrecarga renal, al excretarse productos nitrogenados procedentes de las proteínas. Estos efectos se evitan con un consumo adecuado de hidratos de carbono.

3.- Un facilitador metabólico. Facilitan el metabolismo de las grasas. Cuando hay un metabolismo insuficiente de los hidratos de carbono (por agotamiento de glucógeno debido a una dieta inadecuada o por ejercicio prolongado), el cuerpo empieza a movilizar las grasas a un ritmo mayor del que se puede utilizar. El resultado, tanto en reposo como tras ejercicio, es un metabolismo incompleto de las grasas y la acumulación de cuerpos cetónicos.

4.- Un combustible para el sistema nervioso central. Los carbohidratos son esenciales para el buen funcionamiento del sistema nervioso central. En condiciones normales y en el ayuno a corto plazo, el cerebro utiliza la glucosa sanguínea como combustible casi exclusivamente y esencialmente no tiene un depósito de dicho alimento.